martes, 27 de noviembre de 2018

Muchas veces me acuerdo de mi estancia en este centro. Cuando estaba allí no entendía qué ocurría conmigo, por qué yo era una persona distinta a lo que había conocido antes. Ahora que estoy fuera entiendo un poco mejor lo que sucedía allí. El maltrato y los años de hacer lo que otros ordenan me habían distraído de mi propia personalidad. Muchas veces el pastor desde el púlpito dice que Dios quiere cambiar hasta la personalidad de la gente. Esto es una agresión y una forma de control y manipulación. Utilizan técnicas muy agresivas como el Gas lighting para maltratar. Esta técnica consiste en hacer creer a una persona que no has hablado con ella a pesar de haberlo hecho o que no le has pedido que haga algo aunque si lo has hecho. Esta demostrado que el uso de estas técnicas de maltrato generan estados de ansiedad y de estrés y estos, prolongados en el tiempo, llevan a un deterioro importante. Como todo les parece poco y nunca tienen suficiente también hacen que la gente trabaje sin descanso, veinte minutos al día les parece que esta bien para personas que están 24 horas limpiando, cocinando y como dicen ellos, sirviendo. Lo curioso de todo esto es que Luis, el supuesto pastor( digo supuesto porque el se eligió a si mismo, lo reconoce y lo cuenta con orgullo) este personaje, no trabaja en nada, solo hace que habla con Dios y por ello percibe un alto salario. No contento con esto la iglesia le paga la casa, la gasolina, el coche, la comida... Un chollo, vamos. El colmo fue el día que volvió de un viaje a Japón y dijo que había que saludarle haciendole reverencias, agachando la cabeza. Este hombre es el paradigma de megalómano degenerado. Su hijo mayor es todavía peor, igual que su mujer que ordena que se maltrate a los niños, que los encierren y les castiguen sin hablar por largos periodos de tiempo. Lejos de ser un centro social son una secta. Son mala gente, despreciables y desean el mal para todos aquellos que llegan. No volvería jamás